21 de mayo de 2012

Mikael Ohlsson: "El futuro pasa por desperdiciar lo menos posible"

A continuación, una historia real con aires de cuento ilustrado de Andersen. En la primera viñeta aparece un chico que estrena la veintena, que estudia y que después de rebuscar en sus bolsillos se da cuenta de que no tiene ni una triste corona (sueca) y que debe ponerse a trabajar. Mira por la ventana y a lo lejos ve una tienda de muebles. Acude y le contratan. Su primer destino es la sección de alfombras. Han pasado 33 años y en la siguiente imagen sonríe un hombre con cara de niño bueno que roza los 55, que está casado y con tres hijos; que no lleva corbata, pero sí una corona invisible sobre la cabeza, a modo de aura. La corona le confiere el título de rey de la república independiente de Ikea. El chico, el hombre, se llama Mikael Ohlsson y es el presidente mundial del gigante mundial del mueble, una empresa que más allá de sus dígitos (128.000 empleados, unas 250 tiendas y casi 23.000 millones de euros de ventas cada año) ha democratizado y extendido a amplias capas sociales una nueva idea de la decoración.
 
Una fácil para comenzar. ¿Cuando era pequeño, qué quería ser de mayor?
Una larga historia… Crecí en una granja, mis padres han sido profesores y mis abuelos eran granjeros, y eso último me marcó. No me dediqué a la agricultura, es cierto, pero todo el proceso de trabajar la tierra lo he tenido presente siempre. La idea de primero labrarla, preparar el terreno, alimentarlo con abono y esperar la cosecha, que a veces puede ser buena y a veces no. Mi meta ha sido trabajar y aprender, hacer que las cosas crezcan, y ahí tal vez existe un punto de contacto entre mi trabajo y mis orígenes. De pequeño también pensaba en ser deportista…

¿En qué disciplina destacaba?
Nunca fui lo suficientemente bueno en ninguna. Cuando la profesora me preguntaba en clase qué quería ser de mayor, yo decía que sería granjero. Pero seguí en el colegio, y seguí sin dinero. Continué estudiando y continué sin dinero para financiar mis estudios en la universidad. Así que un día me acerqué a una tienda Ikea cercana, me presenté y pedí trabajo.

Visto en perspectiva, y teniendo en cuenta que la compañía que dirige es una república, o eso venden en sus anuncios, sus padres deben de estar orgullosos de que usted haya llegado al trono y sea el rey.
(Pausa) Ya entiendo el juego de palabras, pero nunca me he sentido algo así. Me veo uno entre muchas personas trabajando en la compañía, colegas y amigos que compartimos ciertos valores, que es uno de nuestros pilares. Noto que hay características similares en mucha gente que trabaja en la empresa, como tener los pies en el suelo, ser humilde, buscar maneras de innovar. Parte de nuestra cultura se basa en que no importa que seas responsable de almacén o montador o presidente mundial, como es mi caso.

De acuerdo, no se siente el jefe, tiene que ejercer cada día, ¿no?
Todo el mundo tiene una responsabilidad, como jefe de tienda, como vendedor, para mí, todo el mundo tiene influencia a la hora de crear, proponer y modificar cosas. En la compañía estamos contra las jerarquías tradicionales, contra el prestigio social como herramienta para escalar, y a favor de que cualquier trabajador sienta que su aportación cuenta. Por supuesto, eso hay que liderarlo y darle una dirección y una inspiración, y eso intentamos hacer desde que empezamos en los años 50.

Tal vez tiene razón en que, pese a ser el presidente de la mayor empresa de muebles del mundo no es tan importante. Empezó hace 33 años y sólo ha conseguido que le den dos líneas en Wikipedia…
(Risas) ¿Dos líneas son muchas o pocas?

Cuando se mira al espejo, ¿se acuerda de aquel chico que no tenía ni un duro y que acudió a una tienda de muebles a pedir empleo y empezó en el departamento de alfombras? ¿Qué le dice?
Es divertido, pensé en él hace apenas unos días durante una reunión que celebramos en Malmö con todos los jefes de tienda del mundo para ver nuevos productos, líneas, etcétera. Allí me encontré con Igna Brit Linqvist, que tiene 68 años y todavía no se ha retirado. Ella era la líder del grupo cuando yo empecé a vender alfombras.

¿Su jefa?
Sí, la primera. La abracé mucho y me hizo recordar las tres cosas que aprendí en mi primera hora de trabajo. Yendo del almacén a la oficina, recogió un papel del suelo y me dijo: “Aquí siempre lo hacemos”, y no se me ha olvidado. Luego me enseñó a sacar las alfombras del montón, porque puede ser difícil si no conoces la técnica, y también a asistir al cliente para ayudarlo cuando tiene dudas.

Usted lidera una empresa exitosa en un mundo sumido en la crisis.
Hemos intentado resolver una ecuación que pasa por la buena calidad, buen diseño, material sostenible y asequible para personas con sueldos normales. Lo que vemos es que la gente es mucho más consciente de lo que valen las cosas, de su salud. Esa combinación, también el hecho de que hemos bajado los precios, hace que intentemos ser más relevantes en los mercados locales, tener acento sueco en Suecia, italiano en Italia, chino en China.

Su compañía ha roto muchos esquemas en lo que se refiere a mobiliario, en decorar la casa y luego redecorarla al cabo de un tiempo. ¿Cuál es su nueva revolución?
Partiendo de la ecuación de la que hablaba antes, un nuevo camino es desperdiciar lo menos posible, algo que forma parte de nuestra identidad y que tiene que ir en sintonía con los tiempos. El mundo necesita todo eso. Estamos viendo nuevos materiales y procesos que necesiten menos consumo de agua.

Habla de identidad, de simplicidad. ¿Las cosas, cuanto más simples, mejor?
Sí cuando se trata de economizar recursos. De hecho, Ikea nació en Småland, la provincia más pobre de Suecia, y eso está grabado en nuestro origen. Es muy fácil que una gran compañía se convierta en algo complejo y pesado, así que mantenerla simple es una buena manera de relacionarse con la gente, entre nosotros. Esa idea de la no jerarquía. De ser flexible.

En perspectiva, ¿cómo prevé que será el mueble de mañana, la casa de mañana? ¿Más polifuncional?
Cada vez más gente vivirá en casas con menos espacio. Se trata de usarlo mejor y ser más flexible, es decir, no ir cambiando la habitación de los niños cada cierto tiempo, sino pensando en sistemas que se adapten más. Si se pregunta a cualquier familia cuál es su problema, responderá seguramente que la falta de espacio para guardar cosas, así que tratamos de buscarlo: debajo de las camas, repensando el volumen de las habitaciones. Claro que sólo con eso no logras tener una casa bonita.

¿Qué otros campos de estudio se abren cara al futuro?
El textil da muchas soluciones, se puede redecorar la casa por muy poco dinero y lograr resultados impresionantes. Otro campo es la iluminación. Como escandinavos, y por vivir en países tan oscuros, hemos aprendido a usar y colocar las luces, sin hablar de nuevos avances con lámparas led, que gastan menos pero dan más posibilidades con el diseño. Ahora, con esta tecnología se puede hacer lámparas que antes eran imposibles. Habrá muchas innovaciones, también se dará un paso adelante en el campo de los materiales.

Ilumínenos.
Por ejemplo, estamos trabajando con tableros que tienen una densidad más baja en el interior y más alta en la superficie, con lo que se ahorra un 30% de materia prima, cuesta menos, no es tan pesado, el coste del transporte es menor. Hay otro campo que atañe a nuevos materiales de construcción que serían el resultado de la mezcla de las fibras de telas distintas.

¿Qué supone para su empresa vivir al margen de las crecidas y depresiones de la bolsa y mantenerse lejos del parquet? ¿Seguridad?
La gran ventaja es que estamos regidos por una fundación y así podemos reinvertir nuestras ganancias para reforzar el propio negocio. Así podemos tomar decisiones a más largo plazo, bajar precios y pensar en lo nuestro, en parte, ajenos a lo que pase en bolsa. Dicen que eso supone estar pasado de moda y que es una estrategia financiera muy conservadora, pero nos sirve para iniciar proyectos y financiarlos de manera independiente.

No hace mucho se hablaba de refundar el capitalismo. ¿A su juicio, qué medicina hay que dar al actual sistema econó­mico?
Necesitamos regresar al crecimiento relativamente pronto. De momento, lo que habría que hacer es estabilizar el problema y que no se extienda más.La Unión Europealo ha hecho bastante bien en ese sentido, creo. Pero habrá un momento en que se tendrá que crear empleo, estimular las inversiones para que la economía se espabile. En España, por ejemplo, hemos abierto en Valladolid hace unos meses, estamos construyendo en Sabadell y hemos logrado la licencia para hacerlo en Valencia. Si hubiese más reformas legislativas en el campo de la planificación, en el de las licencias, se podría dar más pasos adelante y más rápidamente.

¿Cuando una empresa como la que dirige alcanza su tamaño, las firmas que compiten con ustedes se vuelven literalmente invisibles?
Creo que está muy bien que haya competencia en el mundo de los muebles, que haya diferentes calidades, estilos y precios. Nosotros, simplemente, hemos elegido nuestro camino y nuestra identidad.

¿Cuántas veces les ha sucedido que cuando una de sus tiendas aterriza en algún sitio la industria local se teme lo peor y ya se imagina aplastada por un gigante?
Hay dos partes. Una es que para otras empresas ya existentes es positivo. Al final nuestro trozo de pastel es limitado y hay muchas oportunidades para todos. La otra es la producción. Por ejemplo, en Italia, y esto es bastante increíble, producimos más de lo que vendemos y eso que tenemos 20 tiendas. Pero eso también es un éxito para nosotros. Esa producción estimula el crecimiento local y tradicional y beneficia a los emprendedores italianos. Eso es un espejo y una oportunidad para proveedores y emprendedores en Francia y España.
 
En Valencia ha habido reticencias a su aterrizaje durante años. ¿Fue más fácil obtener las licencias en China?
No querría comparar, la verdad… Nos gusta crecer con cuidado y consolidar las tiendas ya existentes, ir paso a paso. En Valencia, es cierto, estamos hablando de un viaje muy largo. Estamos muy contentos de que podamos seguir con los trámites.

¿Ha costado por la situación política, por la reticencia de las firmas locales o por ambas razones?
No sabría decirlo, pero sí, ha costado mucho. Nos gustaría tener una y luego otra, con el tiempo. En Alicante, hemos trabajado mucho en los últimos años y estamos preparados para abrir en cuanto sea posible. En Sevilla, proyectamos una segunda tienda, y pensamos en Granada. La de Valencia podría abrir en el 2014.

Ha vivido en Suecia, en Sitges (Barcelona) y ahora en Holanda (actualmente sede corporativa del grupo)… ¿Cuántos muebles de su actual piso no son de su marca?
(Risas) La mayoría lo son, excepto cuatro o cinco que son de diseño escandinavo…

¿Y no ha heredado nada de sus abuelos?
Sí, un armario ropero de mi abuela. Mis padres aún viven y lo tienen ellos. Vivo con mi mujer desde 1983, así que tenemos mobiliario Ikea más nuevo y más viejo.

¿Para su compañía, es un reto entrar en los museos del mobiliario y de la casa algún día?
No, no. Creo que habrá muebles de Ikea en los museos en un futuro, pero para nosotros, lo importante es hacer feliz a la gente, ofrecer un producto funcional a buen precio. Algunas de nuestras piezas se han exhibido en exposiciones, y es lógico porque damos mucha importancia al diseño. Tenemos a mucha gente diseñando ya sea en plantilla o como colaboradores. De todos modos, a mí me gusta esa mezcla de mueble más moderno y el que uno hereda.

Godmorgon, Ygnaren, Mogden… los nombres de algunos de sus productos parecen la defensa de un equipo de orcos en El señor de los anillos… ¿Cuánta gente tiene empleada inventándolos o escogiéndolos?
Durante años, fue una señora, I.B. Bayley –la prima de Ingvar Kamprad, el fundador–, que debe de tener ya más de 85… casi 90 años. Luego se ocupó durante muchos años otra mujer, y en la actualidad hay dos personas que seleccionan nombres, que son suecos o escandinavos. Pero los nombres existen, no son inventados, pertenecen a ciudades, plantas… Una curiosidad. Tenemos una lista de palabrotas e insultos en cada país para no bautizar nunca uno de nuestros productos con ella.

Última. Le toca ir a una isla desierta y sólo puede llevarse un mueble. ¿Elige una silla, una mesa o una cama? 
Me gustaría llevarme una cocina, pero si no puede ser, con un cuchillo para cortar pescado me conformo (risas).

La Vanguardia.  Magazine. 30/03/2012
Entrevista realizada por Felip Vivanco


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